Descripción
Damos la vida por sentada. Creemos que el tiempo en este mundo es eterno. No disfrutamos lo que tenemos por estar preocupados en cosas pasajeras e intrascendentes. Realmente la familia y los amigos deberían ser quienes se apoderen de nuestros pensamientos, preocupaciones y alegrías. A través de este testimonio, la autora recorre su experiencia frente al dolor y la enfermedad y cuenta cómo logró enfrentar cada día y transformar el dolor en amor, alegría y paz, convirtiendo su historia en una vida digna de ser contada. Es un llamado a sonreír todos los días, agradecer por simplemente estar vivos y no desfallecer ante los problemas que se presentan.
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